Saltar al contenido principal

¿DÓNDE está todo el MUNDO?

Episodio: 5 |

Esta es la famosa paradoja de Fermi. O bueno, atribuida a Fermi, porque no está claro que pronunciara esas palabras exactamente. Y mucho menos que hiciese esa pregunta con el matiz de “¡ajajá, gotcha, los atrapé!” que muchos piensan. El premio Nobel de Física, arquitecto de la Era Nuclear y gigante de la ciencia en general, Enrico Fermi no discutía la existencia de inteligencias extraterrestres; al contrario: consideraba su probabilidad tan alta que se extrañaba de que aún no hubiéramos dado con ninguna.

La Ansiedad de Sofía - Dixo
La Ansiedad de Sofía - Dixo
¿DÓNDE está todo el MUNDO?La Ansiedad de Sofía
La Ansiedad de Sofía
episodio 5
14.03.2023
¿DÓNDE está todo el MUNDO?

LA PIZARRA DE YURI.- No preguntó eso Fermi exactamente, pero es buena pregunta: si la probabilidad de inteligencias extraterrestre es alta, ¿dónde están? Y, por cierto, si todo tiende al máximo caos, ¿por qué surgen la materia y la vida?

Ya sabes quién soy, ¿no? Soy Sofía, la sapiens esa un poco pesada que no puede dejar de hacerse las grandes preguntas y ansiar las grandes respuestas… aunque no las tengamos.

Todavía.

Seguro te acordarás de que en esta primera temporada quiero saber si estoy sola. Si no hay nadie más en este universo con quien mirarnos a los ojos de igual a igual… o, quizá, no tan de igual a igual, lo que da un poquito de miedo, ¿verdad…?

Pero ya sabes, somos esa especie curiosa y valiente —o ridículamente temeraria— que un día abandonó las cálidas selvas o sabanas africanas donde surgimos para extendernos por todo el mundo… dos veces. Una, como homínidos. Otra, como sapiens. Desde que la primera familia peluda atravesó el Sinaí para adentrarse en Eurasia hasta que un muy afeitadito Yuri Gagarin ascendió al cosmos, pasando por grandes migraciones, invenciones, descubrimientos y exploraciones… nuestra historia son las increíbles aventuras de unos bichos raros que nunca nos tomamos eso del instinto de supervivencia demasiado en serio.

Mapa mundial de migraciones de H. sapiens, con el polo norte como centro. Africa es el punto de partida, leyéndose desde la parte superior izquierda hasta América del Sur en el extremo derecho. Los patrones de migración estan basados en estudios del ADN mitocondrial (matrilinear). Los números representan miles de años. Imagen: Wikimedia Commons
Mapa mundial de migraciones de H. sapiens, con el polo norte como centro. África es el punto de partida, leyéndose desde la parte superior izquierda hasta América del Sur en el extremo derecho. Los patrones de migración están basados en estudios del ADN mitocondrial (matrilineal). Los números representan miles de años. Ahora imagina qué increíbles aventuras se habrá tragado el tiempo y cuántos peligros asumimos cargando con nuestras crías durante este larguísimo viaje que nos hizo humanos tal y como nos conocemos. Y fue sólo el principio. Imagen: Wikimedia Commons

Así que ponte como quieras, pero no vamos a dejar de hacerlo. Va con nosotros. Es lo que somos. Si nos hubiéramos quedado en África, seguramente ya nos habríamos extinguido hace mucho. Con mucho miedito o sin él, fue esa insensatez constante la que nos sacó de las cavernas y nos llevará adonde sea que lleguemos.

Así que recopilemos y vayamos al grano:

Por todo lo que te conté en los episodios anteriores, opino que la vida simple debe ser relativamente común en el universo. Como te dije, en la Tierra surgió (muy) sospechosamente pronto, pudo incluso venir de serie con el sistema solar y no parece haber motivos para que en otros lugares donde se den las condiciones mínimas necesarias no haya ocurrido lo mismo. Si no tienes claro por qué opino todo esto, te sugiero escuchar el podcast desde el episodio 1.

Pero para llegar a algo tipo nosotros, o así cosas remotamente parecidas, no basta con eso. La vida simple no es más que el primero de un triple salto mortal. Los otros dos son la pluricelularidad que da pie a la vida compleja y la transformación de esa vida compleja hasta que aparece la inteligencia… todo a golpe del infinito errar de la evolución. ¿Alguna vez oíste eso de “de derrota en derrota hasta la victoria final”? Pues parecido.

Y como te dije también, para todo esto ya sí que definitivamente sólo tenemos un punto de referencia: nuestra propia Tierra, la historia de nuestra propia vida. Sabemos que aquí la vida compleja evolucionó decenas o quizá cientos de veces; unas cuantas “agarraron” y las demás se extinguieron. Y diríase que la inteligencia, como el ojo y otras cuantas cosas, supone una ventaja evolutiva tan grande que tarde o temprano tenderá a surgir. O eso pienso yo. Aquí no podemos más que especular en base a la única vida que conocemos. Pero yo creo que esto es eso que llaman “especulaciones bien informadas”.

Ahora toca hacer un paréntesis inevitable para considerar otro problema.

No vamos a entrar en cómo pudo ser que se formara un universo porque esa es otra de esas cosas que no sabemos. Todavía.

Sí, sí, OK, con toda probabilidad fue mediante el Big Bang, hace seguramente unos 13.800 millones de años. Pero ignoramos de qué modo o por qué se dio ese Big Bang y quien te diga otra cosa, miente. Da igual si te vienen con que lo hizo su dios favorito o con alguna conjetura más o menos científica presentada como “esto fue así sin duda”: la única respuesta honesta a “¿por qué existe todo?” es “no lo sabemos”. Todavía.

Pero sí vamos teniendo una idea del “¿cómo?” y de lo que ocurrió inmediatamente después.

“Después”… esa es una palabra interesante.

“Antes y después”: dos palabras súper-interesantes.

Para que haya un “antes” y un “después” y para que haya unas “causas” que preceden a sus “efectos” y unos “efectos” que siguen a las “causas”… o sea, para que exista la causalidad

…el tiempo tiene que existir.

Sí, sí, ya, ya, yo también he oído muchas veces eso de que el tiempo no existe y tal. Pero si el tiempo no existiera, si no fuera una magnitud física real, una de las cuatro dimensiones del espacio-tiempo… pues entonces —obvio— no habría “antes” ni “despueses” ni causas ni efectos ni nada de nada.

Es más: sin tiempo, este sería un universo fallido, estancado en el instante inicial del Big Bang. Ni siquiera puedo decir “estancado para siempre” o “estancado eternamente”, porque para que las palabras “siempre” o “eternidad” tengan sentido, el tiempo debe ser real. Las estrellas no se habrían formado; las galaxias no se habrían formado; los mundos no se habrían formado; tú y yo y nuestras mentes no tendríamos la menor posibilidad de existir.

Cronología de la expansión del Universo. Imagen: Wikipedia Commons
Cronología de la expansión del Universo. Si no existiera el tiempo, ahí a la izquierdita del todo se habría quedado y ya. Imagen: Wikipedia Commons

Entonces tenemos un universo que surge bajo la forma de un Big Bang con espacio y con tiempo. De hecho, con una flecha del tiempo muy marcada, muy irreversible, marcando una nítida asimetría entre pasado y futuro. Y eso significa que este es también un universo que arrancó con una bajísima entropía (ahora veremos lo que es eso) y busca equilibrarse yendo hacia la máxima entropía, como manda el segundo principio de la termodinámica. Y tú ya sabes que en esta casa se respetan las leyes de la termodinámica.

Así que el universo busca ir al equilibrio a morir, de muerte térmica en este caso. Ya te conté que todo nace peleando en los extremos y muere en el medio, en el desorden y caos homogéneo del equilibrio total. En la máxima entropía.

¿Y qué es eso de la entropía?

Hay muchas explicaciones muy sesudas, pero yo me la imagino como una legión infinita de duendecillos bastante loquitos. Unos duendecillos que tienen una única misión en el cosmos: barrerlo para empujarnos constantemente hacia el desorden y el caos, o sea hacia el equilibrio, sin que se les escape ni el menor detalle de la realidad.

Eeehhh… sí, digamos que algo remotamente parecido a los langoliers. 😛

Supongamos… una casa. Imagínate una linda casa nueva, bien hecha, amueblada con buen gusto y limpia como una patena.

OK: pues incluso aunque no residan en ella fuerzas caóticas como los niños, incluso aunque lleves muchísimo cuidado, incluso aunque no la ocupes… la casa se irá ensuciando y deteriorando. Poco a poco, aparece polvo y suciedad por todos los rincones. Sin razón aparente salen pequeñas averías, y luego cada vez peores. Los muebles pierden lustre, se van estropeando. Se forman grietas. Algunas luces dejan de encenderse misteriosamente.

En diez años, la casa ya no está tan linda ni tan nueva. En cien años, hay que tener cuidado para que no se nos caiga nada encima. En mil años es una ruina.

En un millón de años, ahí sólo queda un bosque. O un desierto.

Entonces, tú te esfuerzas para evitarlo: la limpias, la mantienes, la reparas, la vigilas. Y lo consigues… temporalmente. Acto seguido, todo empieza a estropearse otra vez. Incluso aunque aportes constantemente trabajo para mantenerla como nueva (lo que ya de por sí indica que hay una fuerza de alguna clase empeñada en lo contrario), la casa seguirá deteriorándose. Hay un momento a partir del cual ya no merece la pena seguir manteniéndola; entonces, decimos que está vieja y la derribamos para construir otra cosa. O, simplemente, la dejamos decaer.

Al universo entero le pasa igual, desde las grandes murallas galácticas hasta las uñas de los pies. Los duendes de la entropía empujan y empujan y empujan hacia el equilibrio, y siempre, siempre terminan por vencer. Todo intento de luchar contra ellos es una guerra perdida, no te imaginas hasta qué extremo: al final, su triunfo resulta inevitable; es ley cósmica.

Yyy… sin embargo, podemos ganarles batallas locales en determinados momentos del tiempo y del espacio. Como complejidad o la vida, por ejemplo. ¿Pero cómo puede ser esto posible? ¿No acabamos de quedar en que el universo entero tiende siempre a la máxima entropía? ¿Cómo pueden llegar a formarse cosas, cómo podemos llegar a existir…?

Aquí es donde acecha de entre los lugares que no ven los ojos otra fuerza poderosa a la que yo llamo las hadas rebeldes de la fluctuación: enemigas a muerte del ejército de los duendes de la entropía, siervos del Señor Segundo Principio de la Termodinámica, desde el inicio de los tiempos y para siempre jamás. Blandiendo sobre sus cabellos el Teorema de la Fluctuación y al grito de “¡por la Paradoja de Loschmidt, fluctuación cuántica y termodinámica!” esas hadas merodean constantemente el universo y se buscan con los duendes de la entropía para mantenerse enzarzadas contra ellos en una lucha eterna cuarto por cuarto, casa por casa por el dominio de la realidad.

Vaale, vaaaale: un pelín más técnicamente, la entropía total siempre debe aumentar, pero no tiene por qué hacerlo localmente en todo momento y lugar. Tanto, que la entropía de un sistema específico puede llegar a ser localmente reversible. ¡El cosmos al revés!

Interpretado en sentido amplio, esto da lugar a muchos efectos curiosos y al desarrollo de la realidad a la que pertenecemos hasta extremos sorprendentes de complejidad.

Regresemos a nuestra linda casita. Vemos que el polvo y la pelusa, por ejemplo, ha empezado a acumularse. Si un día te hartas de limpiar, no mucho después te percatarás de que se están formando esas bolitas de suciedad que ruedan por todas partes. Entonces te pica la curiosidad y pones una al microscopio; y descubres que está constituida por una estructura filamentosa altamente organizada.

OK: lo ha hecho el aire, la electricidad estática, la adherencia química de sus compuestos, los atractores de los átomos y moléculas que lo componen… todo lo que tú quieras, todo al azar, ¡pero es una violación de la entropía, de la tendencia al máximo desorden!

Estás ante una fluctuación: un tiempo y lugar donde se ha violado localmente la tendencia a una mayor entropía, y en vez de algo más desorganizado, ha surgido algo más organizado. Se debe al propio funcionamiento de las demás leyes de la realidad, que tienden a generar determinadas estructuras y sistemas. Para que se desarrollen estructuras complejas como las moléculas o las estrellas y no te digo ya sistemas tan sofisticados como la vida, tienen que darse estas fluctuaciones.

O sea: lo que viene a decir el Manifiesto Rebelde de las Hadas de la Fluctuación es que, aunque la batalla final contra la tiranía entrópica esté irremediablemente perdida dentro de un uno y más de mil ceros de años, todas y cada una de las batallas hasta entonces se pueden ganar. O, al menos, empatar. Que hay eones enteros de realidad por los que merece la pena luchar. De esa interminable pelea surge la complejidad, surgimos tú y yo.

Y a todo esto… tiempo y entropía son posiblemente dos avatares de la misma realidad subyacente: el cambio. Ya el viejo Aristóteles, uno de los primeros en preguntarse estas cosas, definió al tiempo como “la medida del cambio”. Si nada cambiara, si todo permaneciera en ese primer instante estático que te dije antes, no habría tiempo porque no habría cambio que medir. Pero lo hay. Y ese cambio lo provoca la entropía con la ayuda de la fluctuación a lo largo de la flecha del tiempo, a razón de… bueno, pues un segundo por segundo, podríamos decir.

OK, ya nos hemos hecho una idea básica de cómo puede ser que las cosas desequilibradas lleguemos a formarnos en un universo que tiende a la muerte por máximo equilibrio. Tenía que contártelo aquí porque más adelante lo vamos a necesitar. Y ahora vamos con el segundo asunto de este episodio:

Si, como hemos repetido a lo largo de este podcast, la vida sencilla podría surgir de manera relativamente fácil… si al menos en la Tierra la evolución quiso volverla compleja persistentemente hasta que “agarró”… si la inteligencia podría suponer una ventaja evolutiva tan clara que tarde o temprano aparecerá… y si las leyes de los grandes números y de los números verdaderamente grandes juegan a favor de todo ello con sus infinitas tiradas de dados donde lo incomprensible sería no sacar el seis doble muchas veces…

“¿…dónde está todo el mundo?”

Esta es la famosa paradoja de Fermi. O bueno, atribuida a Fermi, porque no está claro que pronunciara esas palabras exactamente. Y mucho menos que hiciese esa pregunta con el matiz de “¡ajajá, gotcha, los atrapé!” que muchos piensan. El premio Nobel de Física, arquitecto de la Era Nuclear y gigante de la ciencia en general Enrico Fermi no discutía la existencia de inteligencias extraterrestres; al contrario: consideraba su probabilidad tan alta que se extrañaba de que aún no hubiéramos dado con ninguna.

Ni siquiera fue el primero; que a mí me conste que lo dejara por escrito, el primero fue otro genio ese calibre, dieciocho años antes: ni más ni menos que el papá de los viajes espaciales Konstantín Tsiolkovski, en un manuscrito de 1933.

A ver: como seguramente sabrás, llevamos buscando extraterrestres medio en serio desde hace bastante más de medio siglo. A esto se le llama SETI: search for extraterrestrial intelligence, oséase búsqueda de inteligencia extraterrestre. Aunque se habían intentado algunas cosillas antes, podemos decir que el pionero fue Frank Drake, el de la ecuación de Drake, con su proyecto Ozma de 1960. Esto es diez años después de que Fermi planteara su presunta paradoja y 27 desde que Tsiolkovski dijera… bueno, lo que te contaré ahora en un momentín.

Se han probado muchas maneras de buscarlos pero la más común, por mucho, es la misma que inició Drake con su proyecto Ozma: callar e intentar escuchar telecomunicaciones por radio que circulen por ahí afuera usando nuestros radiotelescopios más potentes y sensibles. Como el famoso gigantón de Arecibo en Puerto Rico, por ejemplo, que ya ni siquiera existe: colapsó definitivamente el 1 de diciembre de 2020, después de muchos huracanes y muy poco mantenimiento durante las últimas décadas.

El radiotelescopio de Arecibo en demolición después de su colapso en 2020. Imagen: Wikimedia Commons.
El mítico radiotelescopio de Arecibo en demolición después de su colapso en 2020. Imagen: Wikimedia Commons.

Los resultados han sido francamente escuetos…

…siendo generosa.

Muy de vez en cuando se ha captado alguna señal que podría ser artificial. Insisto: podría, así en condicional. La más famosa quizá sea la señal “Wow!” del 15 de agosto de 1977, captada por casualidad con receptores demasiado primitivos como para sacarle mucho jugo.

La señal "Wow!". Imagen: Wikimedia Commons.
La célebre señal “Wow!” captada por el telescopio Big Ear de la Universidad Estatal de Ohio el 15 de agosto de 1977 a las 23:16 ET. Obviamente, se llama así por estas entusiastas anotaciones de sorpresa que le hizo el entonces joven profesor de dicha universidad Jerry R. Ehman unos días después, cuando constató la anomalía: reúne varias características propias de una señal artificial (banda estrecha, potencia elevada con duración prolongada “no en pico” —los 72 segundos enteros durante los que el radiotelescopio era capaz de observarla—, etc.) Sin embargo… con eso nos quedamos. Al volver a mirar en su dirección, ya no había nada. Pudo ser muchas cosas distintas, desde una auténtica señal extraterrestre hasta una interferencia local. El propio Ehman llegó después a la opinión de que posiblemente fue una emisión humana reflejada momentáneamente en un fragmento de basura espacial. Imagen: Wikimedia Commons.

Las más recientes, ahora que está tan de moda la inteligencia artificial, son ocho patrones originados en cinco estrellas entresacados con ella del ruido de fondo cósmico. Estas estrellas están a entre 30 y 90 años-luz de aquí.

¿Problema? Aunque estas últimas ocho aún están pendientes de estudio, lo normal cuando volvemos a escuchar con más atención es que tengan una explicación terrestre o ya no estén ahí; posiblemente fueron fenómenos naturales transitorios, falsos positivos y cosas así. Y no me cuentes cuentos de OVNIs, que más adelante en otro episodio hablaremos de eso también.

Entonces… ¿hay alguna respuesta para esa llamada paradoja de Fermi?

Un montón.

Ya el mismo Tsiolkovski en su escrito de trece años antes, y sin saber que acabaríamos intentando buscarlos espiando sus emisiones de radio, apuntó varias:

[…] “¿Cuál es la base para la negación de los seres planetarios inteligentes del universo? Hagamos una lista de estas razones.

Se nos dice: si lo fueran, visitarían la Tierra. Mi respuesta: tal vez lo visiten, pero aún no ha llegado el momento de eso. Los salvajes australianos y americanos de la antigüedad esperaban la visita de los europeos, pero pasaron muchos milenios antes de que aparecieran. Así que esperaremos en algún momento. Otros planetas pueden haber sido visitados mutuamente durante mucho tiempo por sus poderosos habitantes.

Todavía se nos objeta: si lo fueran, entonces por algunos signos podrían darnos el concepto de su ser.

Mi respuesta es: nuestros medios son muy débiles para percibir estos signos. Nuestros vecinos celestiales entienden que con un cierto grado de desarrollo del conocimiento, las personas mismas, sin duda, se probarán a sí mismas que otros planetas están habitados. Además, no tiene sentido hacer saber a los animales terrestres inferiores sobre esta población de los planetas, pero también a la mayoría de la humanidad —también, en vista del bajo grado de su desarrollo. ¿No sería incluso este conocimiento dañino? ¿A raíz de esto surgirán pogromos?” […]

…y sigue así durante varios párrafos más, incluso hasta considerar que pasen de nosotros como quien pasa de animales inferiores; que rechacen conocernos por nuestro comportamiento violento; e incluso se preocupa por la desigualdad esencial y los consiguientes problemas de consentimiento que dominarían unas potenciales relaciones sexuales con extraterrestres mucho más avanzados. Hace noventa años. Como podemos escuchar, la gente moderna no somos nada originales con nuestras opiniones y preocupaciones al respecto.

El padre de la cosmonáutica Konstantín Tsiolkovski (Rusia, 1857 - URSS, 1935). Imagen: Wikimedia Commons.
El maestro de escuela cosmista y padre de la cosmonáutica Konstantín Tsiolkovski (Rusia, 1857 – URSS, 1935) ya inventaba y se planteaba todo esto hace un siglo. Imagen: Wikimedia Commons.

En realidad, hay chorros de posibles respuestas al “¿dónde está todo el mundo?” Alguna de ellas, tan simple como que no utilicen la radio para comunicarse, o hayan dejado de usarla hace siglos o milenios o millones de años a favor de tecnologías aún desconocidas por esta Tierra. Tan solo con eso, la inmensa mayoría de búsquedas de inteligencia extraterrestre realizadas hasta ahora se van al traste. Pero hay muchas, muchas opciones más, algunas sumamente intrigantes. Las veremos en el próximo episodio. Que síiiii, que esa del bosque oscuro que está tan de moda tambiéeeennn…


Dirección: Dany Saadia.
Documentación y guiones: Toni E. Cantó, “Yuri“.
Locución: Shey Márquez.
Producción: Eduardo Albornoz.
Con música de: artlist.io
© Dixo 2023. Todos los derechos reservados.

Este podcast La Ansiedad de Sofía es una obra original de Dixo y, excepto donde se indique específicamente lo contrario, lo difundimos bajo licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0 Internacional.